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Ciudadanos y consumidores debemos refundar una Democracia más justa, social y solidaria

Hay que exigir una Política que impida la indefensión de los consumidores y ciudadanos ante cataclismos financieros y económicos.

26-11-2010

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Pese a que algunos países de nuestro entorno, como Francia y Alemania, están iniciando una lenta senda hacia la recuperación económica, la crisis más grave en los últimos 80 años no ha escrito aún su última palabra a nivel internacional y particularmente en España. Las cuestiones pendientes de resolver son muchas. En realidad las mismas que precipitaron la crisis y que tantas declaraciones altisonantes y ríos de tinta suscitaron entre “lí- deres político económicos” y “líderes de opinión” para nada.

De crisis económica a cuestionamiento social y político

En las últimas fases de la crisis estamos asistiendo a ataques especulativos por oscuros poderes incontrolados que son capaces de echar un pulso a la “soberanía popular” de algunos Estados. No hay que engañarse, esos poderes (grandes Bancos y políticos que los respaldan) no quieren ni siquiera “refundar el capitalismo” como anunciaron, sino reforzarlo a nuestra costa.

La tarea de los ciudadanos y consumidores es exigir responsabilidades al liberalismo económico rampante cuyos caciques oligárquicos (presidentes de grandes multinacionales, consejos de administración....) han vivido en plácida alianza con los gobiernos (democráticos o no, eso les da igual) a costa de quitar protagonismo a los ciudadanos (convirtiéndolos en meros consumidores acríticos).

El gran reto de los ciudadanos, golpeados en sus facetas de trabajadores, consumidores y usuarios de servicios públicos, exige dar un salto hacia adelante para que de la crisis surja una nueva participación política ciudadana, más concienciada y activa. hay que denunciar la explotación de los ciudadanos como trabajadores y consumidores (a lo que se añade la desconsideración y manipulación política que degrada la democracia).

En definitiva, la cuestión clave es si existirá un nuevo “consumidor responsable”, que es tanto como decir un nuevo sujeto político, como ha demostrado la esperanzadora huelga general del pasado día 29 de septiembre donde los consumidores, en conjunción con otras fuerzas sociales como los sindicatos, han dado voz crítica a la ciudadanía.

Este es uno de los retos pendientes que debemos impulsar como ciudadanos y consumidores y que se traduce en la necesidad de que los consumidores organizados sean conscientes de su papel y responsables de empujar transformaciones económicas, sociales y políticas. Esa es la verdadera “responsabilidad del consumidor”.

Hacia un reforzamiento del sentido colectivo

La crisis ha puesto de manifiesto las desigualdades e injusticias de un mundo globalizado gobernado por el descontrol financiero y el lucro de unos pocos. Los consumidores no son capaces de comprender los fenómenos que están sucediendo. La enorme distancia que existe entre los consumidores (la ciudadanía) y el poder político y económico-financiero debe superarse con un reforzamiento de la colectividad.

La crisis está atenuando las principales características de la sociedad de consumo más extrema: hiperconsumo, individualismo, etc. En este sentido, el consumidor cambia su psicología ante el consumo: la crisis genera cierta empatía ante los semejantes y contribuye a que se perciba la necesidad de organizarse para conquistar y defender derechos que son necesarios.

Miedo no, movilización para defender nuestros derechos

Esa pérdida de bienestar y el endurecimiento de las condiciones de vida hacen que el consumidor esté recuperando una visión colectiva de la sociedad, un proceso que hay que seguir empujando. Es por ello que el asociacionismo debe ganar enteros frente al individualismo, la solidaridad frente al egoísmo y la responsabilidad frente al consumismo.

El miedo que nos quieren crear no debe hacernos caer en reacciones negativas y comportamientos manipulados. La Historia es fecunda en ejemplos como ocurrió tras la Gran Depresión de los años treinta. No caigamos en la peligrosa demagogia de los falsos líderes y las soluciones fáciles que sólo interesan a los más poderosos. La marea de la crisis económica va a dejarnos consecuencias políticas. De cómo nos hagamos protagonistas de ellas dependerá nuestro futuro y el de la democracia del siglo XXI.

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