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La crisis acentúa la separación entre comida para ricos y para pobres

La Fundación Española de la Nutrición lanza, en colaboración con la Agencia de la Seguridad Alimentaria, un Libro Blanco de la Nutrición que actualiza los retos y los problemas en materia nutricional que afectan a la sociedad española. Entre las debilidades, el libro reconoce las cada vez mayores diferencias en los hábitos alimenticios de los consumidores según su situación económica, hasta tal punto que se advierte de que hay síntomas evidentes de que ya hay alimentos para ricos y para pobres.

01-04-2013

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Para los más pobres, menos carne y pescado, menos lácteos... Y algo más de verduras y legumbres, quizá por el precio asequible que aún mantienen las patatas, las lentejas y los garbanzos. La Fundación de la Nutrición y la Agencia de Seguridad Alimentaria han elaborado un Libro Blanco de la Nutrición en España, herramienta que recoge “por primera vez, y de manera integrada y pluridisciplinar”, las debilidades, amenazas, fortalezas y oportunidades de la nutrición en España. “En definitiva, se hace un estado de situación muy actualizado, y se formulan recomendaciones y propuestas de presente y futuro”, dicen sus promotores en la presentación del libro.

Un estado de situación en el que no es ajeno el desajuste nutricional que está generando la crisis económica en España. “No hay duda que la alimentación, y por ende la nutrición, además de los estilos de vida per se, desempeñan un papel importante en la etiología y/o prevención de las denominadas enfermedades crónico degenerativas como diabetes, obesidad, enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas o ciertas formas de cáncer”. Y en esta evolución las clases más desfavorecidas parten con una desventaja importante, porque, definitivamente, y así lo advierte este informe, comen peor, por la calidad de lo que compran, porque lo cocinan peor, y porque estos consumidores han de estar sometidos a peores horarios y hábitos gastronómicos en busca de sustento.

Como reza el propio estudio, el nivel socioeconómico puede provocar desigualdades de salud y así “algunos estudios recogen que los pertenecientes a un nivel educativo y clase social superior tienden a tener dietas más saludables. El acceso a los alimentos está condicionado por los ingresos y por el precio, porque para consumir un alimento no basta con que esté “disponible”, sino que es “necesario comprarlo”. Por tanto, los consumos van a estar influenciados por la evolución de los precios de los alimentos y por la percepción de estos precios por el consumidor. Concretamente, los grupos sociales más vulnerables van a estar más afectados por la elevación de los precios, ya que es en estos hogares donde se destina un mayor porcentaje de los ingresos a la alimentación. Así, algunos trabajos recogen que los productos típicos de la Dieta Mediterránea, en términos generales, tienen un mayor precio y su consumo tiende a disminuir en época de crisis”.

Plato rico, plato pobre

En relación a las amenazas debidas al estado socioeconómico, el estudio señala que, al abrigo de esta crisis, “los alimentos tienen una vertiente social muy marcada, lo que conlleva que algunos alimentos se 

consideren para “ricos” y otros para “pobres”, pudiendo provocar una menor variedad en la dieta al excluir alimentos por su categorización”. Lo cual es malo para consumidores pobres, pero también para desahogados; “por ejemplo patatas, legumbres o pan que son alimentos básicos de nuestra dieta son asociados a niveles socioeconómicos bajos, sin que se corresponda con su importancia nutricional”, lo que empujaría por esnobismo a ser menos consumidos.

En fin, en las familias donde trabajan todos sus miembros, “existe una menor disponibilidad de tiempo para cocinar, lo que contribuye a un escaso desarrollo de habilidades culinarias en la siguiente generación”. “El grado de estrés laboral puede influir en los hábitos alimentarios y conductas asociadas a ellos, pudiendo desencadenar conductas compulsivas en torno a la alimentación, alterar el apetito, el hambre y el número de ingestas, favoreciendo con todo ello el consumo de dietas desequilibradas”. 

Humildes pero saludables

Como se ha dicho, la crisis está provocando una desigualdad alimentaria, que hay que evitar profundizar con ideas como que los alimentos “humildes” son menos buenos. El verdadero problema está en que los precios impidan acceder a determinado tipo de productos, como ocurre con las carnes de calidad, que son sustituidas por hamburguesas o elaborados cárnicos menos sanos. Una tendencia que exige que las instituciones deban trabajar en garantizar el acceso a una alimentación equilibrada y de calidad para toda la población.

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